iPhone 17 Pro. El nombre aún no está en ninguna caja, pero ya circula por las conversaciones sobre tecnología con la familiaridad de un viejo conocido. Es lo que ocurre cada verano, cuando Apple afina los últimos detalles de sus próximos iPhone mientras intenta, con éxito limitado, mantener todo en secreto. El problema, claro, es que cuando pruebas un prototipo en medio de Union Square, lo de mantener un perfil bajo se vuelve algo… relativo.
Porque si algo hemos aprendido en estos años es que, por más esfuerzos que Apple invierta en seguridad, las filtraciones son casi una tradición. Desde aquel iPhone 4 olvidado en un bar hasta imágenes borrosas de carcasas en fábricas del otro lado del mundo, pocos dispositivos llegan a la keynote sin haber enseñado algo de más por el camino. Así que lo visto esta semana en San Francisco entra más bien en la categoría de “episodios recurrentes”.
El protagonista esta vez ha sido un usuario de Twitter, @Skyfops, que captó dos unidades —presumiblemente del iPhone 17 Pro o del Pro Max— en plena calle, con su correspondiente equipo de acompañamiento y una seguridad que, digamos, no se tomó demasiado en serio su trabajo. Las imágenes muestran los teléfonos cubiertos por gruesas carcasas diseñadas para ocultar el diseño, aunque no lo suficiente como para despistar a una cámara con buen zoom y un pulso firme.
Pese al camuflaje, los detalles delatan a los modelos Pro: triple cámara, flash y sensor LiDAR colocados en la misma configuración que ya se ha convertido en una firma de la gama alta de Apple. No hay sorpresas formales, pero sí una confirmación visual de que los prototipos ya están en fase de pruebas reales, probablemente centradas en el sistema de cámaras, antes de su presentación en septiembre.
Y aquí es donde llega la parte tragicómica. En una de las fotos, los agentes de seguridad —quizá despistados, quizá confiados— permiten que los dispositivos queden perfectamente visibles, sin cubrirlos, sin disimularlos, casi invitando a la foto. Una escena que haría suspirar a más de un responsable de comunicación en Cupertino. O tal vez no tanto: al final del día, la maquinaria mediática ya está en marcha, y con cero inversión publicitaria.
No es descartable que internamente alguien reciba un tirón de orejas. Apple es conocida por su control férreo sobre la información, y las sanciones por negligencia no son anecdóticas. Aun así, la legalidad de las fotos tomadas en vía pública está de parte del usuario, así que poco más puede hacer la compañía salvo tomar nota, ajustar protocolos… y, de paso, dejar que la bola de rumores siga rodando.
Porque si bien Apple cultiva su imagen de hermetismo casi religioso, no deja de ser cierto que estas filtraciones ayudan a mantener el hype encendido. La expectación gratuita, el análisis prematuro, los vídeos de «lo que sabemos hasta ahora» que empiezan a multiplicarse horas después de la primera imagen filtrada… Todo eso tiene un valor incalculable. Nadie lo admite, pero todos lo saben.
Al final, da igual cuántas carcasas diseñen o a cuántos agentes contraten: la calle siempre gana. Y mientras Apple ensaya su gran revelación, alguien ya la está fotografiando desde detrás de una farola. Así funcionan las grandes marcas en la era de la exposición continua: todo es secreto, hasta que conviene que no lo sea tanto.